Aterrizamos en Chiang Mai.
El cúmulo de horas sin dormir y el cansancio de los últimos días se mezclan con el ruido y el humo de una ciudad desconocida.
Caos, y un árbol que emerge para regalarnos un momento de sosiego.
Empezamos a reconstruir nuestra energía.
Ya somos capaces de encontrar belleza en todos los rincones que miramos.
Algo nos llama la atención, son los colores, los colores de Tailandia.
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