Está a punto de empezar, ya no queda casi nada.
Unas cuantas cajas, unas despedidas más y estará todo listo para preparar las mochilas. Los nervios los estamos dejando para el último momento y aunque en alguna noche se nos escapan un poco, los miedos se han ido por la familia y amigos que nos han apoyado. El material está casi todo preparado: cuadernos, cámaras, pinceles, grabadoras, baterías y vacunas, muchas vacunas que ya tenemos dentro. La ilusión ha ido creciendo, la emoción y las ganas también.
Aunque en realidad, empezamos hace tiempo este viaje.
Primero fue una hoja en blanco. Me acuerdo como si fuera ayer. Un vino que me había traído de Canarias y un balcón en Gràcia mientras tres helicópteros sobrevolaban Barcelona preocupados por el banco desahuciado (o casi más bien por los destrozos que estaban ocurriendo como protesta). Empezaron a correr por el papel tintas, líneas y conceptos como si hubieran querido salir de hacía tiempo. Después de algunas páginas pasamos a las palabras: ¿qué era todo aquello? Le fuimos dando forma y construyendo el “plan”. ¿Qué teníamos que hacer para convertir todos esos garabatos en realidad?
Muchas cosas, así que empezamos rápido.
Muchas conversaciones sobre el cómo y el cuándo. Muchas horas buscando información y madurando la idea, hasta que empezó a ser algo tangible.
Desde el primer momento sabíamos que implicaría un viaje, un cambio de aires, un cambio de casi todo. Lo sabíamos porque viajar siempre ha sido una de nuestras mayores inquietudes y casi, me atrevería a decir, que una de nuestras mayores necesidades.
Sabíamos también que teníamos que seguir haciendo lo que nos gustaba: diseño y fotografía, pero que debíamos encontrar nuestro modo particular y propio de hacerlo, encajándolo en nuestros valores y aportándole valor.
Decidimos fecha, y nos equivocamos. No vamos a engañarnos. Teníamos tantas ganas que casi nos tiramos a una piscina vacía, pero rectificamos. Después de rectificar ya no fuimos nosotros los que pospusieron el viaje, fue más bien nuestro cuerpo, nuestra salud. Queríamos que el viaje empezara en enero de 2018, nos parecía ideal empezar el viaje el 1 de enero mientras la mayoría de nuestros amigos estaban de fiesta, y casi poder desearles el feliz año nuevo a muchos kilómetros, con mucha ilusión y con un fondo diferente al habitual. No pudo ser así, pero no importa. Sabiendo que la vida toma decisiones por sí misma, lo aceptamos y buscamos una nueva fecha: 27 de febrero de 2018.
Ese es el día que volamos a Chiang Mai, una ciudad al norte de Tailandia con un gran movimiento cultural la cual esperamos estar a la altura de retratar.
Es verdad que es mejor no esperar nada nunca y dejar que todo te sorprenda, pero no puedo mentir, me espero un montón de cosas nuevas, de pueblos perdidos, de gente amable, de obras de arte…
Iremos contando qué encontramos por el camino.
De momento, muchas gracias por estar ahí.
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